Gloria Ferrés: tras la lente del arte

A los 18 años, Loli —como la conocemos mejor— estaba viviendo en Boston cuando su vida cambió sin que ella lo percibiera. Aunque de chica ya le gustaba ver las fotos que hacía su papá, fue allí donde conoció la fotografía como profesión por primera vez.

Por Patricia Luján Arévalos

Loli describe a su padre como aficionado a la fotografía. Con él hizo sus primeras fotos, imágenes no planeadas, espontáneas y destinadas a inmortalizar recuerdos. cuando viajó a Estados unidos a estudiar inglés, vivió en la casa de un escritor sudafricano de nombre Errol Uys.

De joven, Uys había trabajado para la National Geographic y cuando vio las fotos de Loli, le dijo que tenía buen ojo para la imagen y le encaminó a seguir estudiando. Ese acercamiento despertó en ella algo especial.

En su primer año de facultad empezó a tomar cursos de fotografía con Pedro Caballero a la par que estudiaba diseño industrial en la universidad católica de asunción. Posteriormente, cuando viajó a Italia, se adentró más en lo que se convertiría en su carrera y pasión.

No pasó mucho tiempo para que Loli combinara su talento con la cámara con otro gran interés suyo: la moda. “Cuando la Revista Wild estaba arrancando, yo veía las producciones y me parecía que había demasiada falta en la parte de iluminación. En general, veía las fotos de las revistas nacionales y me parecía que no estábamos a la altura de publicaciones internacionales”, recuerda.

Con la aparición de Wild, se abrió un abanico de posibilidades para los fotógrafos paraguayos y Ferrés, en compañía de otros profesionales locales, empezó un movimiento que revolucionó la forma en que se veía la moda.

A la par, iba surgiendo también una cepa de diseñadores nacionales que veía a la indumentaria de otra manera, tal es el caso de Florencia Soerensen, para quien Loli realizó producciones en la misma época. “Para todos los amigos que estaban en el medio, hacíamos fotos. Estábamos empezando, éramos todos pibes”, comenta entre risas. Soerensen llevaba adelante, con su amiga Karina Prieto, una marca llamada Velvet y fue para esta empresa uno de los primeros trabajos de Loli antes de mudarse a Italia, en conjunto con su socia Laura Mandelik.

Profesionalmente, fue el hecho de viajar a Europa el que hizo un antes y un después en su carrera: “Me marcó mucho vivir en Italia. Me abrió los ojos a una fotografía mucho más técnica poder presenciar el trabajo de otra gente a una escala mucho más profesional”. En Milán estudió en una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad, la John Kaverdash Accademia Di Fotogrfia, y al terminar sus cursos, se convirtió en asistente de la institución, puesto que conservó durante un año.

“Al terminar mi año como asistente, empecé a trabajar con la empresa Studio Lazzari como fashion reporter. Cubríamos des les en París, Londres, Nueva York, Milán, Tokyo y Barcelona. Yo me encargaba de cubrir Milán, donde era la encargada de edición y postproducción”, cuenta Loli. Entre sus prestigiosos clientes figuraban Harper’s Bazaar, las Vogue de distintos países y Marie Claire.

De esta manera, Loli recorrió el mundo como parte de un equipo de fotógrafos dedicados a tomar las más hermosas fotografías de pasarela para prestigiosas publicaciones del rubro: “Empezaban las semanas de la moda y no parábamos. Nueva York y la siguiente, Londres, después Milán, París… ¡son dos meses durante los cuales no parás! ¡No tenés vida, no tenés domingos! Descansábamos un mes y ya empezábamos de vuelta”.

De Studio Lazzari pasó a trabajar con el equipo interno de fotógrafos de Armani, donde siguió entrenando su mirada y criterio fashionista. “Esa fue mi mejor escuela”, reconoce Ferrés.

“Para ser fotógrafo de moda, lo importante es que te guste. No es algo muy distinto a las demás ramas de la fotografía”, dice Ferrés, y agrega: “Lo más lindo es encontrar la sinergia a la que se puede llegar trabajando en equipo y lograr transmitir algo cuando el equipo es bueno. como fotógrafa, puedo poner todo de mi parte, pero en este rubro están siempre el editor, el productor, la modelo. Es un grupo que, cuando es profesional, alcanza resultados geniales”.

Para ella, el único aspecto negativo de su profesión es la falta de seriedad en cuanto a fechas y organización. “Odio cuando tengo marcada una producción hace dos meses y ese día, a las nueve de la mañana, me llaman a decir que alguien se levantó de mal humor y ya no quiere hacer las fotos, pasa para cuatro días después, pero vos ya perdiste esa fecha que podrías haber dado a otra persona. Esto, para mí, es tiempo y es dinero”, puntualiza.

“Hay una falta de estructura todavía y esto pasa acá más que en ningún otro lugar del mundo porque no nos hacemos valer como profesionales. si uno llegara a cobrar penalización por ese tipo de cosas, no creo que la gente siga siendo informal”, agrega. A su criterio, la fotografía de moda requiere un conocimiento técnico especial para alcanzar resultados óptimos y esta especialización todavía no alcanza el nivel de reconocimiento ideal para el nivel que exige.

Para Loli, la belleza que puede llegar a capturar una lente es infinita, más allá de ser un concepto personal: “Yo puedo creer que lo bello es la luz y otro, que lo bello es un pantalón. Es algo muy personal y da gusto trabajar en lo que uno ama”.

Más allá de ser una fotógrafa de moda, se podría decir que Loli es una realizadora de deseos: “Cuando era más chica, hacía solamente moda. hoy por hoy me considero una fotógrafa casi estrictamente comercial porque busco lograr exactamente lo que el cliente me pide, busco llenar la felicidad de la persona que me quiere contratar para que yo guarde un momento”.

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