La perpetua contemplación de Ricardo Migliorisi

Desde sus vacaciones de infancia sobre el papel y sus tardes frente a la gran pantalla, fue natural que Ricardo Migliorisi trajera a este mundo su propio imaginario. Hoy, sus medios de expresión predilectos son instalaciones y objetos artísticos pensados para llevarlos puestos, un verdadero ejemplo de cómo el arte y la moda son dos caras de la creatividad.

Por Patricia Luján Arévalos | Fotos de Guillermo Fridman

Desde que tiene uso de razón, Ricardo Migliorisi se sintió diferente a los demás, especialmente en sus intereses. “En mis vacaciones, dibujaba. Aunque jugaba, era más placentero para mí dibujar porque podía entrar en un mundo ficticio”, rememora uno de los creadores contemporáneos más relevantes del país.

Por sobre todo, destaca su curiosidad por las películas. su primer amor fue el cine musical y con la mirada cristalizada en el pasado, recuerda haber visto Singing in the Rain (1952) siendo aún un niño. a esa edad, pasaba sus tardes viendo películas con su hermana mayor, descubriendo la dimensión audiovisual de historias que lo acompañan hasta hoy. Una de sus escenas favoritas es la de Anita Ekberg bañándose en la Fontana di Trevi en La Dolce Vita (1960), que describe conmovido, como cuando la descubrió en la gran pantalla.

Su colección personal incluye estos títulos y muchos más, obras que cada cierto tiempo revisita, como un deber para consigo mismo de reconectarse con un arte que ama: “las emociones no se perdieron, al contrario; me es sano y gratificante revivirlas porque veo que no cambiaron. Para mí son eternas, así como algunas escenas de Gone with the Wind, que también vi de pequeño”.

Consagrado

Su carrera es una de las más prolíficas del Paraguay y su popularidad nunca deja de aumentar. Ricardo nunca dejó de explorar nuevos medios de expresión y, aunque es más conocido por sus cuadros, se ha expandido hasta la indumentaria, creando vestuarios completos para obras de ballet y teatro.

Más recientemente, intervino una línea de cuellos de lienzo, accesorios en los que dejó su característica impronta, convirtiéndolos en objetos de arte ponibles. Estos se encuentran disponibles en la tienda de diseño Oile, uno de los espacios de exposición predilectos de Migliorisi.

Su dedicada labor fue recompensada desde el principio, cuando vendió su primera exposición completa en una época en que “la comunidad artística era todavía muy dispersa”, según describe con sus propias palabras.

“Siempre tuve la suerte de que la gente quisiera tener una obra mía. Creo que tiene que ver con negocios como Fábrica, que empezó como bazar y se convirtió en galería de arte más adelante, o como Oile, porque ambos generan otras variantes dentro de las artes plásticas, más decorativas o wearables”, reflexiona.

Ricardo se inició en las artes plásticas con Cira Moscarda, quien dictó cursos de dibujo, pintura e historia del arte. “Pero aprendí también de otros”, dice, y agrega: “de Carlos Colombino, Olga Blinder, Ticio Escobar y Osvaldo Salerno. A veces, se aprende con la propia charla; no es hacer, sino hablar”. Comenta que sigue aprendiendo en la actualidad, de gente más joven, a partir del intercambio de opiniones, lo cual le permite abrirse y absorber cosas nuevas.

La otra mirada

Ricardo Migliorisi divide su trabajo en dos vertientes. La primera es la más conocida y popular; la segunda es la que hace siguiendo sus impulsos y no los pedidos de las galerías. El artista cuenta que estas son las obras en las que trabaja de madrugada, en soledad.

A su criterio, las galerías deberían ser formadoras del público y en este sentido cita a Fábrica, de Osvaldo Salerno, de la cual es cofundador, como la única que le permite investigar y realizar su proceso creativo a su ritmo. “Ese mundo que puede ser oscuro, ese es el que me interesa y donde yo puedo estudiar los materiales, las nuevas formas; no solamente la pintura y el dibujo, puede ser alguna instalación”, menciona.

Lo que Ricardo busca con este ejercicio artístico es desafiar al público: “generalmente, una buena obra de arte te tiene que incomodar, casi molestar. Te da esa sensación de que no querés ver, pero que parás y, de reojo, volvés a mirar. Quiere decir que algo te está transmitiendo. Lo que es fácil, no es nada”.

Hace unos años, Ricardo comenzó un nuevo proyecto: intervino unos gobelinos de origen europeo, de paisajes idílicos del siglo XVIII, a los que agregó personajes modernos bordados, como Batman o Spider-Man. Más recientemente, empezó la tarea de bordar tres frases que escribió él mismo, en todos los idiomas que pudo, sobre el mismo material; unidos, los gobelinos bordados forman una pieza de casi once metros de largo, por cuatro de ancho, titulada El gran manto. las palabras rezan: “gran mano que cuelga del cielo”, “paño para las lloronas” y “trampa para las aves”, en distintas lenguas.

La labor se realizó en punto cruz por Natalia Velázquez, gran amiga y colaboradora de Migliorisi, en conjunto con las reclusas del Buen Pastor y en cooperación con la Fundación Princesa Diana. Ambas colecciones de gobelinos verán la luz en una exposición a realizarse en la Fundación Migliorisi a mediados de este 2018.

Incansable, el autor también está desarrollando una muestra a partir de óvalos de vidrio bombé con una colección de fotografías que escapan de sus marcos, algunas de ellas pertenecen a la familia del artista. “Estas imágenes, que tienen algo mortuorio y van acompañadas de frases bordadas, son veinticinco óvalos que tenés que leer desde el primero hasta el último para captar la frase completa”. Comenta que esta verá la luz, posiblemente, a finales de año o inicios del 2019.

www.fundacionmigliorisi.org.py

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