Por Valentina del Valle | Fotos: Loli Ferrés
Hablar de diseño gráfico en Paraguay sin mencionar a Patricia Eulerich sería imposible. Su historia se teje desde la infancia, entre papeles, tintas y tipografías. “Yo nací y me crié en una imprenta. El primer día de vacaciones ya estaba ahí trabajando”, recuerda. Ese contacto temprano con el proceso de impresión le dio una base sólida que más tarde se transformaría en un lenguaje creativo propio.
El camino, sin embargo, no fue sencillo. En los años en que decidió formarse, Paraguay no ofrecía estudios en diseño gráfico. Patricia viajó a Curitiba y Buenos Aires para especializarse y, más tarde, se convirtió en la primera egresada de la carrera en la Universidad Católica de Asunción. “Tampoco había computadoras. Todo lo hacía a mano, era un trabajo minucioso y artesanal”, señala sobre sus comienzos.
Una mirada visionaria
Con el tiempo, no solo abrió camino en un rubro que en sus inicios no era valorado por las empresas, sino que contribuyó a instalar la importancia de la imagen en la construcción de identidad. “Yo estaba ofreciendo algo abstracto. Los clientes no invertían tiempo ni dinero en su imagen hasta que otros tomaban la iniciativa con los cambios”, explica.
Se identifica con un estilo simple, limpio y vanguardista, pero para Patricia lo fundamental es comprender la esencia del cliente o de la marca con la que trabaja y traducirla a un lenguaje visual contundente. “Me gustan los diseños limpios, de líneas simples, porque le dan claridad al resultado final”, asegura.
Además del diseño gráfico, exploró la intersección entre arte y artesanía paraguaya con la creación de OILE, la primera tienda en el país que fusionó estas disciplinas. Ese espacio fue testigo de la evolución del diseño local, que hoy, según ella, vive un momento de mayor libertad. “Por fin le dieron la importancia que tiene. Veo mucho diseño y no solo gráfico, sino en todas sus áreas”, celebra.
A pesar de los avances, Patricia mantiene una postura crítica sobre los desafíos actuales, especialmente frente al avance de la inteligencia artificial. “Da la impresión de que cualquiera puede diseñar, pero el resultado nunca va a tener el alma de lo pensado, estudiado y trabajado desde el sentir humano. Eso es único”, reflexiona.
Hoy, de regreso a Paraguay tras una experiencia de casi cinco años fuera del país, se encuentra en un proceso de reconexión con el mercado y con su faceta más personal. Collage, fotografía, acuarela y escritura forman parte de su experimentación constante. “No abandonar lo que amo y que es mi esencia: jugar y experimentar. Ese es mi mayor desafío”, admite.
Con gratitud, también recuerda sus inicios en Level, cuando fue convocada por Elías Saba y Rocío Báez para dar forma al equipo creativo. “Siempre quise diseñar en una revista. Armar el grupo y sentar las bases de Level fue un honor y un sueño cumplido”, confiesa.
Su mensaje para quienes recién comienzan resume la filosofía que la acompaña desde siempre: observar. “Todo queda grabado en nosotros y se convierte en insumo. En lo más simple y sencillo están las mejores cosas escondidas”, afirma.

