Es innegable que la emprendedora y diseñadora atraviesa el mejor momento de su vida en todos los sentidos. Con proyectos en puerta, un espacio televisivo de viajes y moda, y una colección verdaderamente única, Astrid Poletti cierra un fantástico 2017.
Por Patricia Luján Arévalos | Fotografías de Guillermo Fridman
“Sigo siendo la misma”, dice cuando le preguntamos cómo era la Astrid de hace unos años; aquella que descubrió su pasión por los accesorios, la que se mudó a Miami con 19 años para estudiar comercio internacional, antes de iniciarse en la banca privada en el plantel de Banco Santander; y también la que decidió volver a establecerse en Paraguay; todas estas facetas de una mujer creativa y ultrafemenina.
Sentarnos a charlar es, quizá, el primer respiro que le permite relajarse y reflexionar sobre la montaña rusa que fue para ella el último par de meses. “la vida me regaló aventuras, como la de conducir un programa de televisión con otras chicas divinas. siento que todas son muy diferentes a mí, lo cual nos hace un grupo diversificado e interesante que trae una propuesta diferente para el público”, se refiere a El Reality Show, espacio dedicado a viajes, con contenidos de moda, gastronomía, entre otros; con cuatro mujeres al timón: Andrea Montanaro, Alejandra Valladares, Ofelia Aquino, y por supuesto, Astrid Poletti.
Recientemente, visitó España e Italia explorando locaciones y experiencias de moda, pero, desde el principio, el enfoque de Astrid se centró principalmente en lo artístico y cultural. Recalca que su participación en el programa se trata de un paso más en su camino de crecimiento personal.
Para la ahora conductora, recorrer el mundo como miembro de un staff conllevó aprender a trabajar en equipo. “Me sorprendí de mí misma, porque es un proyecto sin guion. Me cuesta creer que soy yo conduciendo un programa”, dispara entre risas, y agrega: “conocí gente que me enseñó un montón y a eso apunto en esta aventura”.
Cuando Juan Rabanal, productor de El Reality Show, se acercó a ella con este ofrecimiento, su impulso inicial fue declinarlo: “En mis redes, no me expongo tanto, siempre estoy detrás de mi trabajo. si bien soy una persona muy amiguera, soy íntima con mi vida privada; así que nunca me vi expuesta del modo en que podría estar. Inicialmente, me costó asumir la exposición mediática y publicitaria que conllevaría la televisión. Hoy lo estoy llevando mejor. Fue un halago que me buscaran, pero me sentía en otra etapa de mi vida”. El sí sobrevino a la conversación con su esposo, Gregorio Portillo, quien le instó a tomar esa nueva oportunidad.
Inspirada y lista para crear
“A mí, llevame a cualquier lugar y voy a volver con miles de ideas; veo otro horizonte y siento que se enciende mi veta artística”, asegura Astrid. sea la distancia que sea, un road trip de dos horas o un vuelo de doce, cambiar de ambiente, escuchar otros acentos y percibir aromas nuevos renuevan su energía y permiten que su inspiración florezca: crear joyas preciosas, hechas a mano, para deleite y sorpresa de los clientes que aprecian su trabajo.
El Paraguay al que Astrid regresó en el 2012 no es el mismo que dejó cuando se trasladó a vivir a Miami. En lo personal, el país que dejó incluye relaciones que evolucionaron y una familia que cambió; asimismo, como ciudad, Asunción creció económica y estructuralmente. El clima actual no podría ser mejor para la emprendedora que planea abrir su segunda tienda en diciembre próximo, en el Shopping del Sol.
Como mujer y como diseñadora, prioriza la calidad; predilección que incide en su estilo personal dentro del eclecticismo siempre preponderante en su guardarropa. a partir de su look del día, podés saber cómo se siente: “Me encanta el lujo descontraído, mezclar marcas. lo que nunca hago es usar la ropa tal cual está en la vidriera; uno tiene que ponerle su impronta a las cosas. a mí me captás enseguida, un día puedo verme con jeans y una camiseta blanca, y al otro podés encontrarme mucho más ʻcargadaʼ. Soy libre con mis outfits y también como artista”.
Es que el arte es un hilo que une fuertemente sus aficiones con su trabajo, uno nutriendo al otro desde la gastronomía, las expresiones plásticas y el cine, gran amor de Astrid. “Hasta lo que no me gusta siento que me enriquece, porque refuerza lo que sí disfruto”, añade.
Poletti pertenece a la camada de diseñadores de joyas responsables del segundo gran ímpetu que recibió la filigrana en el mercado paraguayo. Pese a no ser una artesanía propiamente local, sí es un elemento patrimonial de profundo arraigo en nuestro acervo. “La velocidad del mundo modificó muchas cosas, pero lo hecho a mano sigue teniendo un valor importante, sea por la etiqueta del precio o la escasez. Hoy podés encontrar una nueva propuesta dentro de este estilo, algo que apela a otras personalidades y lleva esta tradición a un público más amplio”, puntualiza.
Nuevas formas, metales distintos, pedrería estratégicamente dispuesta y diseño con un concepto detrás son las características que hacen de Astrid Poletti un referente de la joyería paraguaya, que ayuda a conservar la significación de la filigrana contra el paso del tiempo.