En una esquina del barrio Carmelitas se alza una romántica escena que imita la fachada de un palacio. Este espacio fue instalado por Peroni e intervenido por la artista Laura Díaz de Bedoya, continuando así con la larga tradición de la marca de cerveza de apoyar el talento emergente en nuestro país.
Por Patricia Luján Arévalos | Fotos de Loli Ferrés
Después de haber pasado gran parte de su vida adulta trabajando en marketing, Laura Díaz de Bedoya tomó la decisión de abocarse a una carrera de diseño freelance.
Es que Laura es egresada de la carrera de diseño industrial, una profesión que le sirvió para dar salida a la veta creativa que le acompañó siempre. Desde pequeña, su imaginación se manifestó en las artes plásticas: dibujaba, pintaba, hacía collages; todo lo que sus pequeñas manos le permitían.
También estudió teatro, carpintería y es una autodidacta nata. Su tesis se ganó una mención en la Bienal Iberoamericana de Diseño en Madrid, en 2012, y quedó como producto seleccionado en el catálogo. “Soy una persona muy metódica, muy exigente conmigo misma, tanto en mi vida profesional como en la personal. El artista normalmente es más relajado, pero este es mi lado técnico”, dice Laura entre risas.
El palazzo
“Como estudié diseño, mi vida se ve afectada por esa necesidad de que todo sea estético”, comenta, “yo espero que algo no solamente sea lindo, quiero que también sea funcional”. Su personalidad hace que Díaz de Bedoya se cuestione todo lo que ve, analizando sus ideas y construyendo sus propuestas de la forma más minuciosa posible.
A sus 29 años, encontró en el escaparatismo una nueva forma de expresarse, sirviéndose de distintas ramas artísticas y técnicas para trasladar una visión a la realidad. Este principio es el que aplicó en la instalación que creó para la esquina de Peroni, el punto en la metrópolis donde la firma italiana dio espacio y libertad a Laura para armar la escena de sus sueños.
El montaje muestra a una pareja contemplando la ciudad desde un alféizar que imita la fachada de un palacio iluminado por las luces nocturnas y un gran árbol azul. El talento de Laura se hace evidente en su atención a los detalles, desde las esferas de ysypó milhombres hasta las aves creadas con botellas de diferentes volúmenes de Peroni.
“Fue un desafío. Usé un programa de modelado 3D para presentar a la marca una visión y una percepción más amplia y real sobre mi propuesta, me permitió mostrar de una forma lo más aproximada posible a cómo iba a quedar”, explica Laura.
A partir de ahí, viajó a Areguá a buscar piezas artesanales que complementaran la escena y empezó a trabajar en los maniquíes, que fueron tratados químicamente para soportar las inclemencias del clima y el aire libre. El ensamblaje del cuadro tomó alrededor de 15 días y cuenta, además, con una gran puerta antigua pintada y empotrada para recibir a los visitantes.
En total, Laura pasó un mes y medio planificando, diseñando, dibujando a mano sus bocetos para cada pieza y luego pasando cada uno a la realidad. Su obra fue develada el pasado 12 de agosto y puede ser visitada en la esquina de Gral. Garay y Lillo.