Hubo un tiempo en el que vestir un traje era, para una mujer, un acto de rebeldía. Esta indumentaria símbolo de autoridad, sobriedad y masculinidad fue durante siglos un territorio prohibido para el sexo femenino. Sin embargo, desde el siglo XX hasta hoy, la prenda de sastre femenina no solo evolucionó, sino que se ganó el lugar de una de las piezas de vestir más poderosas, versátiles y emblemáticas de la moda contemporánea
Por Kate Reichardt Roig
El inicio de una revolución silenciosa
El traje femenino moderno tiene una historia muy interesante que evolucionó en simultáneo con nuestra realidad sociocultural. A principios del siglo XX, Gabrielle Chanel jugó un papel pionero. En una sociedad que imponía corsets y faldas largas para las mujeres, Chanel introdujo la comodidad del tweed y los cortes sueltos, desafiando el vestir tradicional y acercando el guardarropa femenino a la funcionalidad masculina. No era un traje en el sentido estricto, ya que se combinaban con faldas y no pantalones, pero sí Chanel estableció una ruptura clara al crear prendas para mujeres que querían moverse, trabajar y vivir.
En 1933, Vogue lanzó una de las primeras portadas protagonizadas por un traje pantalón, su September Issue incluía una producción editorial titulada Riviera Days and Nights en la que aparecía la actriz Marlene Dietrich luciendo un traje de dos piezas de verano. A Dietrich se sumaron otras estrellas como Katharine Hepburn y Greta Garbo, quienes decidieron vestir de traje a pesar de recibir duras críticas en la prensa.
Una revolución con Le Smoking
Más tarde, en 1966, Yves Saint Laurent cambiaría la historia de la moda para siempre con el lanzamiento de Le Smoking. Este icónico traje de esmoquin para mujer pantalón, chaqueta entallada, blusa de seda provocó al mismo tiempo escándalo y fascinación. Le Smoking no era una simple copia de la versión masculina; era una relectura sensual, empoderada y subversiva.
Con una mujer luciéndolo, el poder cambiaba de manos en los ojos de la época.
La edición de la revista Life de 1968 es hoy un manifestó de lo dividida que estaba la sociedad con la nueva creación de Yves. Por un lado, un columnista masculino se lamentaba de que los trajes de Yves Saint Laurent contribuyeran a la “destrucción” de las normas de género; mientras que, en las últimas páginas de la revista, una mujer opinaba que “un traje pantalón bien cortado es lo más apropiado para la ciudad”. Un claro ejemplo de la teoría del male gaze puesto en práctica, enfrentada sutilmente por una mujer que lucha por su propia comodidad.
Un símbolo de resistencia e identidad
En un contexto social donde el feminismo comenzaba a resonar con más fuerza en los 70, el traje fue mucho más que moda: fue un símbolo de resistencia. Vestirse de traje era reclamar el derecho a la igualdad, a la autoridad y al deseo propio. No es casualidad que figuras como Catherine Deneuve o Lauren Bacall adoptaran el traje como uniforme de glamour y desafío.
En 1971, Bianca Jagger inmortalizó el traje blanco en su boda con Mick Jagger, rompiendo todos los códigos establecidos sobre cómo debía verse una novia. En ese momento, nació un ícono de la moda que inspira hasta hoy. Mientras tanto, Deneuve, musa de Saint Laurent, lo convirtió en un sinónimo de sofisticación parisina, de una elegancia tan enigmática como desafiante.
La evolución del traje
A lo largo de las décadas, grandes casas de moda han reinterpretado el traje femenino. En los años ochenta, Giorgio Armani introdujo el Power Suit, una prenda de líneas suaves pero imponentes, que se convirtió en el uniforme de la mujer ejecutiva moderna. Christian Dior, bajo la dirección de Maria Grazia Chiuri en los años 2010, exploró el traje como una afirmación feminista, combinándolo con mensajes explícitos sobre la igualdad de género.
Alexander McQueen, Maison Margiela y Phoebe Philo en Céline ofrecieron versiones más deconstruidas y relajadas, acordes a una mujer que ya no tenía que copiar las reglas masculinas para ejercer poder. El traje se volvió un espacio de expresión personal: oversized, ftted o entallado, en colores pastel o negro absoluto
Un legado que se transforma
Hoy, la vestimenta de sastre femenina ha trascendido su propia historia. En la era de la fluidez de género, donde la identidad es cada vez más libre, este atuendo se ha convertido en una prenda sin dueño. Diseñadores como Jonathan Anderson en Loewe y Matthieu Blazy en Bottega Veneta han explorado esta pieza como un terreno de juego andrógino y experimental.
En la actualidad, cada persona independientemente de su género adopta este look como expresión de su fuerza, vulnerabilidad o creatividad, reflejando su estilo en un mundo donde la diversidad es la norma. En las alfombras rojas y los eventos más exclusivos, figuras icónicas como Zendaya, Angelina Jolie y Nicole Kidman han elevado esta pieza a una declaración de libertad absoluta, redefiniendo su significado con audacia y elegancia.
Un siglo después que iniciamos esta historia, el traje femenino sigue evolucionando con una nueva generación que desafía el status quo y redibuja las tendencias. Lo que empezó como un gesto audaz y desafiante en un mundo rígido, hoy es una celebración de la diversidad, la creatividad y la libertad de ser.
En 2025, el traje ya no representa solo poder, sino que representa la posibilidad de hacer brillar tu identidad.