Trabajan por aquello que creen, transforman realidades es inspiran, siempre con un ingrediente fundamental: la pasión. Hombres de grandes ideas y grandes sueños, que se arriesgan y se entregan al 100 % a lo que hacen. Estos son nuestros elegidos.
Por Patricia Luján Arévalos | Fotografía de Gloria Ferrés
Sergio Ruggeri tiene 44 años y haber nacido en una familia de arquitectos realmente creó en él un amor por lo que después sería su profesión. su manera de ver los espacios y la responsabilidad que siente por aportar continuamente a nuestra sociedad lo convierten en un indiscutible elegido Level.
¿Qué es la arquitectura para vos?
Es lo que hago y lo que me sale mejor, es la forma en la cual creo y cómo pienso que puedo aportar a la construcción de la sociedad. Es donde pongo toda mi energía.
Para un arquitecto, ¿cómo es vivir en Asunción?
Es complejo, pero también interesante. Asunción tiene mucho potencial para ser hermosa. Es paradójico; mucha gente que viene de afuera la ve bien y nosotros, no la vemos así. Creo que está pendiente, como condición cultural, una atención por lo público. La vida en Asunción se hace a partir de espacios privados, salvo algunas excepciones. No hay un lugar donde la gente, de cualquier estrato social, pueda conocerse, donde chicos jueguen a la pelota como hace 50 años pasaba en el parque Caballero.
¿A qué se debe dar prioridad a la hora de diseñar un nuevo proyecto, el fondo o la forma?
Cada proyecto es una oportunidad distinta y representa un problema distinto. Cada uno tiene una necesidad específica. La mirada que defendemos es que la arquitectura tiene que contemplar el equilibrio de todas las cuestiones: en un mundo como el de hoy, donde no hay recursos ilimitados, la economía es fundamental, y también la estética es necesaria como sentido de reconocimiento.
En definitiva, lo que el arquitecto hace cuando se forma y cuando proyecta es tomar decisiones sobre con qué trabajar. Creo que cada proyecto debe ser funcional, debe costar lo menos posible, debe estar en equilibrio con su contexto y debe contar la historia del lugar donde está. todo es importante.
¿Cuáles son tus últimos trabajos?
El proyecto que me tiene más emocionado, porque está mi familia de por medio, es la escuela de mi hijo. Estamos terminando, con un gran amigo mío, el Arq. José Cubilla, y con mi señora, Desiré Dumot, el proyecto del Colegio CDI, una institución que está apostando por una nueva forma de educación y a partir de eso, a nuevos espacios. Nos pidieron que plasmemos sus ideas en edificios, los chicos trabajan en espacios abiertos, como coworking.
Fue un trabajo que requirió mucha reflexión, pues lo que estamos haciendo, será habitado por nuestros hijos, van a generar sus espacios de juego, de sueño, de su propia reflexión. Fue lo más estimulante que nos pudo haber pasado. Aparte de eso, estamos haciendo el nuevo edificio de la Conferencia Episcopal dentro del complejo del Seminario.
¿Dónde cae la arquitectura dentro de las múltiples ramas del arte?
Los tiempos modernos nos enseñaron que el arte es casi una mirada personal. Si podemos maravillarnos con los edificios, si reconocemos ciertos lugares como extraordinarios, quiere decir que la arquitectura es un arte. La condición de arte está en la arquitectura cuando, haciendo síntesis de todas sus cuestiones funcionales, estructurales y materiales, la estructura puede contar algo más. En ese momento, trasciende su rol estructural y puede llegar a producir un grado de sublimación.