Visitar Marrakech es una exploración sensorial en donde los olores, colores, texturas y sabores se fusionan a la perfección, ofreciéndote una excelente introducción a este destino. Una escena fascinante que te transporta a un rincón de África con sutiles matices franceses
Por Srita Mendez
Esta ciudad es un lienzo de colores y texturas, con los tonos ocres de la Medina, ubicada en el centro y dueña de un encanto inigualable. Sus vibrantes colores se reflejan en cada objeto de deseo que un turista puede encontrar mientras se pierde en sus calles. Dentro de la Medina, se encuentran los zocos, el corazón artesanal de la ciudad. Estos mercadillos son un festín para los sentidos, donde regatear es una tradición imprescindible. Entre los llamados al rezo, el bullicio de los vendedores, los aromas a incienso y la riqueza de texturas textiles, alfombras tejidas a mano, cerámicas de Fez con patrones únicos, prendas y zapatos de cuero, lámparas doradas caladas a mano, cada pieza es única e irrepetible. Sin duda, algunos de los mejores suvenires que puedes llevarte.
Mientras seguís explorando este laberinto, te sorprenderá la fusión arquitectónica perfecta de la ciudad. Marruecos es el único país en el mundo que cuenta con los riads, alojamientos boutique característicos, ubicados en antiguas casas tradicionales de la élite francesa y marroquí de la época colonial. Estas viviendas, que pertenecieron a comerciantes y familias adineradas, han sido restauradas y transformadas en hoteles exclusivos, conservando su arquitectura original con patios interiores, fuentes y detalles artesanales únicos.
Más allá de la Medina, la ciudad sigue desplegando su magia. Un punto imperdible es el museo y casa de Yves Saint Laurent, el legendario diseñador que encontró en Marrakech una fuente inagotable de inspiración. El Jardín Majorelle, con su característico azul Francia intenso, contrasta con los tonos ocres de la ciudad y el verde exuberante de la vegetación que lo rodea. Este oasis es una visita obligada para conocer la vida del diseñador, admirar bocetos y creaciones, y descubrir su conexión con la cultura marroquí. Además, el patio de Majorelle es un lugar encantador para disfrutar de un almuerzo en un ambiente fresco y relajante.
La mejor época para recorrer la ciudad es en primavera – entre marzo y mayo, y otoño – entre septiembre y noviembre, cuando el clima es más templado y agradable. En octubre, se transforma en un epicentro de creatividad con la Bienal de Marrakech, un evento artístico internacional que reúne talento de todo el mundo.
Sin duda, Marrakech es un destino fascinante por descubrir.