Seguir Vivos: Coaching Ejecutivo

Estaba en una sala de hotel en Barcelona cuando escuché que las empresas eran sistemas vivos. Recuerdo que miré al entrenador con cara de incredulidad y en un primer momento no pude asociar la palabra vida con empresa. Fue una conmoción paradigmática cuando el experto portugués Cecilio Regojo hizo comparaciones que me hicieron ver que los procesos vitales que tienen un árbol, una célula y una empresa o sociedad son similares.

Por Javier Barbero / Fotos gentileza

Todos los sistemas, naturales o artificiales, quieren vivir. Fue muy fuerte comprender que cuando acontece una crisis como la actual con relación al coronavirus, toda persona que asume alguna posición corporativa sufre al menos tres movimientos: primero se paraliza y tiende a negar lo que pasa. Luego entra en una fase de confusión y finalmente, si se asumen los procesos de creatividad e innovación, se pasa a la etapa de la reinvención o de la resiliencia.

Creatividad e innovación son conceptos relacionados aunque diferentes. La primera se refiere a un proceso mental para generar ideas. La segunda tiene que ver con la materialización de esas ideas en un bien que se distinga de los demás que ya existen.

CREATIVIDAD E INNOVACIÓN

Desde el coaching se trabajan procesos de innovación. Lo primero que debemos entender es que la creatividad es una habilidad mental que poseemos los seres humanos para imaginar y conceptualizar ideas nuevas o puede significar una característica nueva y diferente de las que ya existen.

La innovación, en cambio, es el proceso a través del cual esas nuevas ideas de productos, servicios o procesos son incorporados de manera paulatina, evolutiva o de forma radical en nuestra vida para hacerla más sencilla.

EL DESAFÍO ESTÁ EN VISUALIZAR A ORGANIZACIONES Y EMPRESAS COMO SISTEMAS VIVOS, FORJAR ESTRATEGIAS PARA SEGUIR RESPIRANDO CON UTILIDAD Y BIENESTAR HUMANO, Y ACEPTAR QUE LOS PROCESOS DE INNOVACIÓN CON PROPÓSITO MANTENDRÁN LA VIDA DEL NEGOCIO.

Hace unos años nació el término purpose driven innovation, es decir, la innovación con propósito. Toda innovación ha de estar dispuesta para funcionar como imán entre clientes, empleados, proveedores y el resto de los stakeholders.

Adolfo Berraquero, director de Innovación de Bridge for Billions, señala: “Cuando todo esto termine y empecemos otra vez, la pregunta que todos tendrán que resolver será: ¿Por qué haces lo que haces? Las empresas que no tengan clara la respuesta, tendrán que dejar paso a las que sí. La innovación con propósito ha llegado para ser el camino a seguir y para ello la estrategia central será fomentar la vinculación con el cliente”.

Algunos ítems a tener en cuenta para esta estrategia:

  • Definir el objetivo y la aspiración asociada a este.
  • Convertir a los empleados en embajadores del propósito.
  • Pensar de forma disruptiva y olvidarse del pasado.
  • Determinar qué elementos actuales deben transformarse y adaptarse.
  • Ser holístico; hacer partícipes del cambio a empleados y stakeholders.
  • Combatir la aversión al cambio y aprender de los errores.
  • Reflexionar sobre el negocio de forma constante y aplicar actualizaciones.
  • No olvidarse de la generación de beneficios.

Cuando miramos a una empresa como un sistema vivo que lucha para seguir en un contexto de crisis y amenazas, la proactividad deja de ser un cliché teórico y pasa a ser una forma de supervivencia.

Para lograr este movimiento vital, desde el coaching ejecutivo se sugieren algunas pautas:

Aprovechar los nuevos costes de oportunidad: En momentos de inestabilidad, la dinámica riesgo-recompensa ofrece explorar vías de gran potencial en organizaciones como por ejemplo el teletrabajo.

Concentrarse sin desviaciones en un solo objetivo: En el día a día, las organizaciones están ocupadas para experimentar o redistribuir recursos en pocas tareas. El coronavirus ha roto contratos y tumbado proyectos; sin embargo ha permitido avanzar a gran velocidad en frentes muy concretos.

Innovar en ciclos cortos: La incertidumbre que rodea al futuro económico y al futuro sanitario genera incentivos suficientes como para que las empresas no planifiquen a largo plazo y se limiten a resolver el día a día.

Descentralizar la toma de decisiones: Los flujos de trabajo cambian de dirección, las responsabilidades se adaptan, y las jerarquías buscan remodelarse en función de las nuevas necesidades.

Gestionar la información: Todos y cada uno de los miembros de la organización avanzan bajo la misma incertidumbre. Para innovar en momentos de crisis, es imperativo que la comunicación interna se potencie.