Por Kate Reichardt Roig
En la historia contemporánea de la moda, pocas figuras brillan con la consistencia y sobriedad de Giorgio Armani. Tras su reciente partida, desde Level celebramos su legado, tejido con hilos de sutileza, convicción estética y control absoluto. Su aporte a la industria de la moda y el lujo marcará su paso en la historia como una vida dedicada a la artesanía, al estilo y a una visión marcada por un perfeccionismo intrínseco.
Desde sus inicios, Armani practicó la filosofía estética del menos es más, con la eliminación de adornos superfluos, la atención al movimiento natural del cuerpo y la fusión de códigos femeninos y masculinos en una elegancia fluida.
Los orígenes de una visión
Giorgio Armani nació el 11 de julio de 1934 en Piacenza, al norte de Italia, en una familia humilde. Vivió la dureza de la guerra y, en uno de los episodios más dramáticos de su infancia, perdió temporalmente la visión al jugar con proyectiles sin detonar.
Estudió Medicina en la Universidad de Milán, aunque abandonó la carrera tras un breve período en el ejército. Pronto comprendió que su verdadera vocación no estaba en los hospitales, sino en la estética y la forma.
Sus primeros pasos los dio como vitrinista y vendedor en La Rinascente, el gran emporio milanés donde aprendió a leer el lenguaje de la moda. Décadas más tarde, una imagen suya —arreglando personalmente un maniquí en una de sus boutiques— se volvió viral, convirtiéndose en un gesto íntimo que revelaba la esencia de su legado: esa devoción inquebrantable por el detalle que lo acompañó hasta el final.
La creación de un ideal estético
En una de las vueltas de la vida, conoció al arquitecto y empresario Sergio Galeotti en los años sesenta, quien no solo sería su socio en los negocios, sino también su compañero de vida. Galeotti fue fundamental para convencerlo de emprender su propia casa de moda, aportando capital y confianza.
En 1975, con recursos modestos, Armani y Galeotti fundaron Giorgio Armani S.p.A. en Milán y, apenas un año después, presentaron su primera colección ready-to-wear. Poco después, Hollywood se convirtió en su mejor escaparate.
Diane Keaton vistió de Armani en Annie Hall (1977), y dos años más tarde el diseñador firmó el vestuario de American Gigolo (1980), protagonizada por Richard Gere. Aquella silueta impecable —relajada, sensual y perfectamente medida— no solo definió una era del cine, sino que catapultó el nombre de Armani a la escena internacional.
Uno de sus legados más importantes fue la transformación del traje, al despojarlo de su rigidez tradicional para dotarlo de una nueva fluidez. Lo convirtió en símbolo de poder silencioso y elegancia atemporal, capaz de empoderar a hombres y mujeres por igual.
Los reconocimientos no tardaron en llegar. En 1983, el Consejo de Diseñadores de Moda de América (CFDA) lo distinguió como Mejor Diseñador Internacional, y en 2008 recibió la Legión de Honor francesa, consagrando una trayectoria que ya trascendía fronteras y redefinía el lenguaje del estilo contemporáneo.
Control estético y financiero
En 1985, la muerte de Sergio Galeotti fue un golpe profundo para el diseñador. Armani siempre reconoció que aquel hecho lo obligó a replantearse su vida y su compañía. A partir de esa pérdida, tomó el mando completo —estético y financiero— del grupo, que siempre mantuvo privado, resistiendo fusiones o capital externo.
Con el tiempo, diversificó su universo hacia los muebles con Armani/Casa (lanzado en 2000), además de hospitalidad y otras expresiones del lujo.
El valor de su compañía se estima en miles de millones de euros, y durante toda su vida él se mantuvo como único accionista del grupo, una rareza en un sector dominado por gigantescos conglomerados globales. Sus líneas diversificadas —ropa, cosmética, muebles y hoteles— construyeron un modelo integrado de lifestyle coherente con su estética y visión personal.
Celebrar la vida de Giorgio Armani es reconocer que, en un mundo saturado de voces y exceso, él optó por la elegancia, la precisión discreta y el control riguroso de su universo creativo.
Estilo, ética y minimalismo para la eternidad
Armani dejó un mundo minimalista con raíces profundas. En su filosofía corporativa promovió la integridad, la protección del medioambiente, la diversidad y la responsabilidad hacia la comunidad.
En 2016, creó la Giorgio Armani Foundation, destinada a preservar su visión, garantizar la gobernanza estable del grupo y promover iniciativas de interés público.
Su perfeccionismo era legendario: prácticamente ningún detalle escapaba a su mirada —desde el tono exacto de los colores hasta el peso del papel del material promocional. Aun en los últimos meses, cuando su salud decayó, continuó supervisando las colecciones y coordinando eventos de celebración del 50° aniversario de la marca.
Su partida, anunciada el 4 de septiembre de 2025, a los 91 años, fue descrita por la empresa como pacífica, rodeado de sus seres queridos. La noticia sorprendió al mundo justo cuando su casa de moda preparaba la celebración de sus cinco décadas.
Hoy, celebrar la vida de Giorgio Armani es reconocer que —en un mundo saturado de voces y exceso— él optó por la elegancia, la precisión discreta y el control riguroso de su universo creativo.
Fue un creador que enseñó que la máxima distinción no es lo que se ve, sino lo que permanece bajo la mirada.
En su última entrevista, a finales de agosto de 2025, confesó:
“Mi mayor debilidad es que quiero controlar todo. Mi mayor fuerza es creer en mis ideas y la obstinación para llevarlas adelante.”
