Vínculos entre las emociones y la alimentación

Comer es mucho más que alimentarse y satisfacer necesidades fisiológicas. No solo comemos cuando sentimos hambre, sino que la comida también es un medio para el desarrollo de nuestra salud física y emocional.

Por la nutricionista Ximena Ibarra / Fotos gentileza 

La alimentación se convirtió en un compañero de emociones, la utilizamos para cubrir una necesidad sentimental o falta de afectos. La usamos cuando estamos tristes para compensar la pena o cuando nos juntamos con amigos para celebrar. Hay días que fueron difíciles y nos merecemos algo rico.

No es malo que la experiencia de comer sea placentera, pero si tiene un efecto negativo cuando su único objetivo es dar placer, ya que las emociones y su impacto en nuestra alimentación nos llevan generalmente a tomar malas decisiones. Buscar alimentos que no son saludables, altos en azúcar y grasa o procesados no es la mejor alternativa.

Es importante preguntarse: ¿Cuáles son las emociones que me hacen comer? ¿Qué emociones escondemos? Si identificás qué es un hambre emocional, es fundamental entender que es hora de trabajar las emociones con otras actividades de descarga y así desconectarlas de la comida. Algunos ejemplos pueden ser leer, escuchar una música que nos gusta o hacer actividad física para recargarnos de endorfinas, energías positivas y liberar la mente de las razones que nos perturban.

PARA QUE LA COMIDA NOS ACOMPAÑE DE FORMA POSITIVA ANTE CIERTAS SITUACIONES, DEBEMOS BUSCAR CIERTOS ALIMENTOS RICOS EN:

Triptófano: este aminoácido ayuda a sintetizar la serotonina, un neurotransmisor de felicidad y paz, y baja los niveles del cortisol, la hormona del estrés. Ejemplos: huevos, banana, garbanzos, frutos secos, cereales y aguacate.

Endorfina: esta hormona libera el placer al consumir chocolate amargo, alto en cacao.

Tirosina: es un aminoácido que aumenta la capacidad de concentración. Los alimentos como manzana, zanahoria y espárragos contienen altos niveles del mismo.

Selenio: este nutriente asiste en la buena función cerebral. Consumir alimentos como pescados y nueces aumenta la presencia de selenio en el cuerpo.

Vitamina B: obtiene energía para el cuerpo a partir de los alimentos que lo contienen, como legumbres y hojas verdes.

Fibra: genera mayor saciedad, previene el estreñimiento y aporta pocas calorías. Frutas, verduras y semillas aportan este nutriente.

LA COMIDA AFECTA A NUESTRAS EMOCIONES, COMO LAS EMOCIONES AFECTAN A LA ALIMENTACIÓN.

Una dieta equilibrada y saludable contribuye a sentirnos bien y a mantener bajo control las emociones; mientras que una alimentación desordenada da lugar a un estado emocional alterado, nos conduce a un círculo de culpa, afecta nuestro sistema inmune y nuestro descanso.

La principal consecuencia de comer guiados por nuestras emociones es el sobrepeso, ya que es muy fácil sobrepasarse en calorías. Sin embargo, es importante tener en cuenta la salud mental, ya que si no escucho las emociones como corresponde, traerá consecuencias graves a corto o largo plazo.

La función de la alimentación tiene que ver con cubrir requerimientos fisiológicos y esto no necesariamente implica comer alimentos que nos desagraden, pero sí elegir llevar una dieta saludable, que cuide nuestro bienestar.

EL EQUILIBRIO EN PANDEMIA

Actualmente, el mundo atraviesa momentos angustiantes y la nueva vida que llevamos en pandemia puede jugarnos en contra. Saber sobrellevar estas situaciones nos ayudará a entender que la alimentación es nuestra mejor aliada y que a veces la ansiedad se disfraza de apetito.

Debemos reconectarnos con nuestros pensamientos y prestarles más atención. Las emociones no deberían dirigir nuestra conducta alimentaria y es necesario entrenar la noción de la siguiente forma: ¿es este alimento realmente necesario para este momento o situación? Si aprendemos a cuidar este aspecto obtendríamos resultados a corto plazo que, sin duda, nos ayudarán a vivir una vida más plena y saludable.

En conclusión, podemos decir que la comida afecta a nuestras emociones como las emociones afectan a la alimentación. Para que nuestra salud sea la que mayor beneficio obtenga de esta relación, ninguna debe predominar sobre la otra, sino que debe existir un equilibrio.

Está en nuestras manos elegir qué camino queremos seguir y que la alimentación no sea una anestesia emocional.

XIMENA IBARRA

Licenciada en Nutrición, es la directora de Élan Clíni- ca Integral. Obtuvo una especialización en nutrición deportiva, obesidad y trastornos alimentarios por la Escuela Sistemática Argentina. La especialista tam- bién es miembro de la Sociedad Chilena de Medici- na del Deporte y se graduó del Curso Internacional de la Federación Mexicana del Deporte.